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EL ESTRÉS, LA RAÍZ DE LOS CAMBIOS DE COMPORTAMIENTO EN NUESTROS ANIMALES

  • karismanimal
  • 26 nov
  • 2 Min. de lectura

Gran parte de las consultas de comunicación animal, especialmente aquellas centradas en perros y gatos, encuentran su origen en un denominador común: el estrés. Los tutores buscan ayuda porque el comportamiento de su compañero ha cambiado drásticamente, mostrando síntomas que van desde la agresividad y la destructividad hasta la apatía o los problemas de eliminación inapropiada.

Sin embargo, estos comportamientos no son más que la punta del iceberg. El ladrido constante, el lamido excesivo o la necesidad de esconderse son las alarmas que el animal utiliza para indicar que algo fundamental en su bienestar —ya sea físico o emocional— se ha desequilibrado.



Estrés Físico vs. Estrés Emocional

Es crucial entender que el estrés puede provenir de dos fuentes principales:

Estrés Físico (Dolor y Malestar): Un cambio repentino en el comportamiento a menudo está ligado a una dolencia o incomodidad física que el animal no puede comunicar de otra forma. El dolor crónico, las molestias digestivas, o incluso una simple inflamación articular pueden manifestarse como irritabilidad, agresión inesperada al ser tocado o negativa a realizar actividades que antes disfrutaba.



Estrés Emocional (Ambiental y Psicológico): Esta es quizá la fuente más común de consulta. Los gatos y perros son extremadamente sensibles a los cambios en su entorno y estructura social. Causas comunes incluyen:


Ansiedad por Separación: Miedo a quedarse solos.

Cambios Ambientales: Una mudanza, la llegada de un nuevo bebé o mascota, o incluso nuevos muebles que alteran su territorio.

Trauma o Miedo: Experiencias negativas o fobias a ruidos fuertes.

Duelo: La pérdida de un compañero humano o animal.



El Rol de la Comunicación Animal

El valor de la comunicación animal en estos escenarios reside en su capacidad para ir más allá de los síntomas. Un etólogo o veterinario conductual trata el comportamiento en sí, pero el comunicador animal trabaja para establecer un puente directo con el animal.


Al sintonizar con el perro o el gato, se busca identificar la causa subyacente del estrés, permitiendo que el animal “nombre” o “muestre” lo que le aflige. Puede ser el recuerdo de un evento traumático, una sensación de soledad específica o, muy frecuentemente, la localización exacta de un dolor físico que no era evidente.

Al obtener esta información de primera mano, el tutor, en colaboración con profesionales veterinarios o terapeutas conductuales, puede aplicar soluciones dirigidas a la raíz del problema (por ejemplo, tratar el dolor articular o modificar el ambiente para reducir la ansiedad), y no solo intentar suprimir los síntomas.


Conclusión: La mayoría de las veces, la clave para resolver un problema de comportamiento no es adiestrar, sino escuchar y aliviar el profundo estrés —ya sea un dolor silenciado o un miedo no reconocido— que aqueja a nuestro compañero animal.


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